La forma de presentarse como un ser UNIQE, es reconocerse como alguien que habita en la lentitud, entre la poesía y la enseñanza. Mario Frausto, se define como un ser que está en los bordes, en ese rincón tierno que busca la calma. No le gusta manejar, prefiere caminar, perderse en las calles y descubrir el mundo a través del contacto directo de sus pies con el suelo.
Él disfruta de las librerías, sean grandes o pequeñas, son su refugio, y en esa rutina lenta y paciente, con los pies cansados, ha construido una identidad que lo distingue.
Este escritor y profesor de español para extranjeros tiene una relación íntima con las palabras. Enseñar el idioma a estudiantes de diversas partes del mundo, como Japón, Indonesia, Estados Unidos, Italia y Turquía, le ha traído retos, pero también grandes recompensas. “Es una labor que disfruto muchísimo”, comenta con entusiasmo. Además de enseñar, también se dedica a corregir textos, colaborar en la elaboración de tesis y traducir del portugués e inglés. Estas actividades lo mantienen cerca de las palabras y de las personas, algo que valora profundamente.
Entre sus talentos, destaca la paciencia, una cualidad que le permite conectar con la gente y ser un buen amigo, aunque admite sus imperfecciones:
“Me gusta hacer reír a la gente, apoyarlos y hacerles saber que estoy ahí”.
Otro de sus talentos es la habilidad de leer en poco tiempo y su curiosidad por encontrar libros raros, algo que lo convierte en un verdadero especialista.
Como escritor, su primer libro: “Dislocación del macho”, representa su consolidación literaria, aunque tiene otros proyectos en proceso. La escritura de este autor se posiciona como una crítica al machismo, la homofobia y la heteronorma, temas que explora con humor, ironía y un lenguaje sin pretensiones. Rechaza las “buenas conciencias literarias” y las necesidades devotas y apostólicas de ciertos círculos literarios, que lo aburren profundamente. Para él, la literatura debe ser un espacio libre de convencionalismos, donde la risa y la irreverencia tienen un lugar privilegiado.
Sus poemas son una mezcla de imágenes coloridas, ternura y crudeza. En ellos, se pueden encontrar mariposas, flores, animales, junto con elementos más provocadores como penes y sobacos: “Son una radiografía de mis manías y una forma de conocer con lo que me conecto, lo que me atraviesa”, reflexiona. A pesar de las críticas que recibió en el pasado, este escritor decidió seguir escribiendo y encontrar su voz, incluso cuando muchos a su alrededor lo desalentaron:
“La falta de apoyo fue uno de mis grandes desafíos, pero seguí adelante. Al final, me liberé y seguí mi camino”, asegura con orgullo.
Uno de los mensajes principales que busca transmitir en su obra es que la ternura, la risa y el gozo nunca deben faltar, especialmente frente a la violencia. Entre sus influencias literarias se encuentran Abigael Bohórquez, Pedro Lemebel, León Felipe y Carlos Drummond de Andrade. Sin embargo, sorprende cuando menciona a Rosalía y su álbum Motomami como su mayor fuente de inspiración para dislocación del macho.
El proceso creativo de este autor no sigue una rutina estricta. Leer, escuchar música y ver películas lo ayudan a mantenerse inspirado, pero es a partir de la conmoción emocional que nace un poema. La ternura, el odio, un suceso, o incluso un objeto, pueden ser el detonante. Escribe en libretas, en su celular, en la computadora, y todos sus dispositivos están llenos de ideas y borradores.
Los retos como escritor no han sido pocos. La falta de tiempo es uno de los principales, pero también ha tenido que superar las voces críticas que lo rodeaban y que en algún momento le generaron dudas. Ahora, ha aprendido a confiar en sí mismo y en su trabajo. A los nuevos talentos, les aconseja que lean mucho, que se rodeen de un grupo de confianza, que dejen descansar sus textos antes de publicarlos, y sobre todo, que jueguen con el lenguaje. “Nos hace falta reír más en la poesía mexicana”, afirma. Y él está dispuesto a seguir explorando ese camino, con ternura, humor y gozo, hasta las últimas consecuencias.