Las mujeres trans no me borran

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En los últimos años, el feminismo ha comenzado a tomar cada vez más relevancia. El acceso a internet ha facilitado visibilizar más realidades y si le agregamos las políticas de diversidad que han comenzado a implementar las empresas bajo las famosas ODS (Objetivos de desarrollo sostenible), cada vez más se pone sobre la mesa el tema de la inclusión y los derechos humanos.

Esta transformación ha sido muy positiva a la hora de ver por los derechos de todas, todos y todes, sin embargo, hay todavía narrativas violentas y discriminatorias ocultas en “radicalización”, por ahí hace un par de años en Twitter me abordó una persona a la que señalé por discursos odiantes bajo la frase “radicalízate, hermana” y uy, desde una perspectiva anti sistema y pro derechos humanos, me parece que no hay nada de radical en un discurso trans excluyente y les voy a explicar la razón.

Para empezar, cuando hablamos de garantizar los derechos de alguna subjetividad (o una persona con una historia única y una visión individual), no estamos quitándole derechos a otra para que esto ocurra, ya que al hablar de derechos humanos, estamos reconociendo condiciones que le permitan a las subjetividades desarrollarse con dignidad y alcanzar su autorrealización, en ese sentido, es imposible que por permitir que las mujeres trans tengan acceso a ser reconocidas y a desarrollarse plenamente, a las mujeres cis, se nos niegue este mismo derecho. Esto es tanto como querer decirles que si una mujer cis tiene derecho al voto, entonces estamos negándole el derecho al voto a un hombre cis, lo cual, tanto en la realidad como en un marco legal, es absurdo.

Si entendemos esto, el “borrado de mujeres” no tiene sustento legal, en parte porque desde el argumento que las personas con estos discursos sostienen, se vinculan con que nombrar a una subjetividad como , por ejemplo, “persona gestante” va a restarle derechos, lo cual, como ya vimos es inviable, de hecho, potencialmente puede perjudicar de igual manera a las personas cis (cuando no aprueban leyes, derivado de este reconocimiento de la persona independiente a su expresión de género).

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Una de las preguntas que más suelo hacerme en mi proceso de deconstrucción es, de dónde viene esta necesidad de negarle el derecho a existir a otra persona, reduciendo toda la complejidad humana a sus genitales y la razón probablemente no sea tan agradable. Uno de mis socios y yo, en una charla sobre la microfísica del poder y el ejercicio de la misma, me explicó que para que esta funcione es indispensable que esté velada o sea, que no nos demos cuenta que estamos ejerciendo opresión sobre otro grupo y de esta manera, socialmente pueda existir un control viable al servicio toda la hegemonía (en este caso, vamos a apegarnos al sistema capitalista y patriarcal).

Si bajo el discurso de un feminismo blanco, hegemónico, niego realidades distintas a la mía, puedo seguir ejerciendo dominación sobre otras subjetividades, porque el reconocimiento de la existencia y necesidad de los derechos para las personas trans, especialmente las mujeres trans, me obliga a mí como mujer cis, heterosexual, privilegiada y blanca, a evaluar mis privilegios y reconocer que mis compañeras de lucha tienen un contexto que les ha negado el acceso a derechos humanos básicos, esto ha frenado su capacidad de desarrollo, movilidad social y bienestar. Por lo tanto  es más cómodo escudarme en una suerte de nueva hegemonía donde se me reconoce como una eterna víctima del sistema y no como una posible agresora de mis compañeras.

Reconocer los derechos humanos, como el derecho a la identidad, la salud y la no discriminación a las personas trans, particularmente las mujeres trans, abre la puerta a una transformación total del sistema en donde entiendo que potencialmente puedo violentar a otras subjetividades, me obliga a evaluar mis propias conductas y a su vez, modificar la realidad jurídica de las mujeres no hegemónicas.

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Antes de que me quemen en leña verde, por supuesto que como mujer hetero cis, leída como mujer blanca y desde mi privilegio, he sido violentada por el sistema patriarcal (sobreviví a un intento de feminicidio hace ocho años), pero es la única opresión que me atraviesa, a mis compañeras de la periferia, indígenas, trans, mujeres en cuerpos no hegemónicos y con discapacidad, les atraviesa además del género otro tipo de violencias, en donde todo se limita al cuerpo que tienes y tu código postal.

Por esta razón, no hay nada de radical en negar los derechos de las mujeres trans, al contrario, estamos perpetuando de una manera muy torcida el sistema, que lastima a otras personas, con vivencias, sueños, deseos, metas, como las tendría yo misma.

Las mujeres trans no me borran, no borran mis derechos, no borran mi autodeterminación, al contrario, me muestran que hay más realidades que las que el privilegio que el sistema capitalista y patriarcal me ha hecho creer que existe. Entender que así como me pueden violentar en razón de género yo puedo violentar a otras subjetividades por otras razones, me permite no negarles espacio a otras mujeres, no violentarlas y si lo hago hacerme responsable.

Esto es mucho más radical que sostener que la totalidad de mi experiencia como persona se limita a mis genitales y lejos de borrarme, me permite contribuir a mejorar las condiciones en las que todas, todos y todes vivimos.

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