Sentidos: Gusto

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No pensé que la tercera cita con un extraño que me encontré en la calle llegara tan pronto. Una de las mejores citas que he tenido. Por mucho creo que esta ha sido la mejor. Me invitó a cenar a un restaurante caro. Un lugar con nombre muy rebuscado, no podía ni pronunciarlo cuando me invitó. Después de confirmar que su invitación había sido aceptada. Me dijo en ese tono tan… serio, aunque con un toque de nerviosos:

— Oye… Y te tengo una sorpresa, nos vemos en la noche.

Aunque ya me sospechaba cuál pudiera ser esa sorpresa. Yo estaba planeando una segunda propuesta de diversión para esa noche.  Supe que era mi oportunidad de lucirme para impactarlo más. Para poder asegurar lo que ya era mío. Ya era momento de atacar y devorar a mi presa. Ya era la tercera cita, y ya era hora de conocerlo más.

Me vestí como nunca. Me aproveché de que la cita era un sitio elegante. No iba a dejar pasar la oportunidad de sobresalir.  Así que use una camisa nueva con estampado de animal print, pantalón negro que hacía juego con los zapatos y una chamarra negra de cuero.

Use mi perfume y en esta ocasión, me parece que use de más. En mi boca tenía el sabor de unos toques de limón, menta y jazmín. Iba jugando con mi lengua entre mis mejillas y mis dientes, ya que graciosamente eso resaltaba el sabor. Eso me gustaba.

Al pasar justo enfrente del restaurante vi a mi galán. Marco estaba parado como un guardia, casi al lado del ballet parking. Justo en el momento que el automóvil se detuvo. Me abrió la puerta. El joven caballero de camisa blanca y blazer color azul de forma coqueta me sonrió y me ofreció su mano para salir del Uber.

—Tienes tu outfit de “Apex predator”.— dijo. Y… en realidad no era el cumplido que esperaba, pero estuvo muy original.
—Sí—. Respondí y reí.

Entramos al restaurante. Había muchísima gente, pensé que iban a tardar en ubicarnos en una mesa. Pero no, el mesero nos indicó que siguiéramos por un largo pasillo que era iluminado por una luz amarilla.

Marco tomaba mi mano y me guiaba por ese pasillo lleno de espejos. Le hacía la “seña sexy” en la palma de su mano. Se reía con pena y yo también lo hacía, solo que mi risa era por picardía. El único que parecía no disfrutar del camino era el mesero.

Cuando llegamos al final del pasillo había una puerta que estaba marcada como: “Amore privato”. El mesero la abrió y nos dijo:

— Adelante.

Después de que yo entre al privado, mi encantador guía con un ademán me dijo:

—¿Qué opinas?— me interrogó con emoción mientras señalaba la sorpresa.

—Es bellísimo— dije en voz alta. Pero en mi mente gritaba: —¡Tenía razón! Hoy es el día.

Había una mesa puesta para dos. La habitación estaba alumbrada por velas. En el lugar había muchísimos arreglos de flores y sonaba música de moda, pero era en una versión de jazz. Me parece que Marco me escuchaba, y me ponía bastante atención, pues muy pocas personas saben que me gusta ese grupo y específicamente su versión de la canción de “Crazy in love” de Beyonce.

Mi acompañante me pidió que me sentara en la silla que recorría.

—Mmm… Qué caballero, ¡Gracias!— dije sin ningún gramo de vergüenza.

Se rio. Estaba nervioso, parece que lo estaba intimidando, pero lo estaba disfrutando.

Conforme avanzó el rato, empezó a relajarse y a soltarse, incluso hasta se desabrochó dos botones de la camisa, dejando ver un poco de su vello. El cual decía: “Acaríciame”.

Iniciamos la charla con el típico ¿Cómo estuvo tu día? Y seguimos con el “Qué guapo te ves”. Marco se sonrojaba. Y me gustaba verlo así, disfrutaba elogiar lo apuesto que se veía y verlo sonreír con esa mueca inocente de media sonrisa.

Se rio. Estaba nervioso, parece que lo estaba intimidando, pero sin duda sé que a él le estaba gustando. Conforme avanzó el rato, empezó a relajarse y a soltarse, incluso hasta se desabrochó dos botones de la camisa, dejando ver un poco de su vello. El cual decía: “Acaríciame”.

 Al inicio pensé que era por el vino que nos estaban sirviendo. Ya que desde que me senté, el mesero no daba oportunidad de dejar vacías nuestras copas. Extrañamente, nos llevaron mi vino favorito. Solo que en esta ocasión, el vino tenía un sabor más amargo y no su dulzor típico y un tono más oscuro.

Su respiración sonaba como un jadeo y yo me sentía muy caliente. Podía sentir como mi erección se apretaba más y más con el borde de mi pantalón. Teníamos mucho contacto con las manos y él parecía disfrutarlo, sonreía coqueto y aunque le sudaban, no me incomodaba.

Ese coqueteo infantil terminó cuando el mesero llevó los platillos. El menú inicial era un entremés de cóctel de frutas, carnes frías y unos quesos. Entre la mezcla resaltaba una gran cantidad de piña.

—¿Pensando a futuro, eh?— le comente a Marco y empezó a reír.
El mesero también me entendió y soltó una risita, mientras terminaba de dejar una charola con carne de cerdo y una salsa de menta.

—Disfruten su cena.

Comenzamos a comer. Todo el maridaje estaba ocasionando una fiesta en mi boca.  Todas mis papilas estaban teniendo un orgasmo con esos toques tropicales y de menta. Cuando eran infieles a su dulce amante y se saciaban con el delicioso sabor de la carne acompañada con un pedazo de queso.

 Aunque mi boca no era la única parte de mi cuerpo que estaba excitada.

Sentía cómo mi erección crecía en mi pantalón, incluso el mismo impulso me pedía moverme sobre mi silla para gozarla más.

Era raro que la bebida provocara eso. Y aunque me sentía deseoso incluso antes de llegar, el beber ese vino incremento mi libido. Nunca había disfrutado tanto de ese vino.

Durante la comida me puse un poco más atrevido de lo normal. En vez de ser el predador alfa, parecía que era una fiera en celo. Empecé a jugar con mi pierna seduciendo al suya.

Me gustaba ponerlo nervioso. Y ver su cara que de ser tierna también se tornaba una cara de deseo.

Empecé a tener un gusto extraño después de un rato. Como si me hubiera escaldado la lengua. Pero también ya me sentía mareado por el vino. Así que me volteé para pedirle al mesero que me sirviera agua, y no lo vi.

El hombre venía de regreso recién entrando por la puerta. Con una charola cubierta en su totalidad y la puso justo delante de mí.

—Un postre especial, para un joven especial— dijo con un tono sarcástico.

No me cabía nada más. Aún sentía el sabor de la carne, la mezcla de frutas y los quesos y tenía la sensación de mi lengua escaldada con un leve sabor a menta y con todo el vino que tomé, ¡Ya estaba a punto de reventar!

—Gracias, pero… no me cabe más. ¿Marco tú quieres pos…?— fui interrumpido por el grosero mesero.
—¿Es en serio? – dijo el mesero molesto.
—Pero… ¿No quieres ver el postre? – preguntó Marco en un tono entre apenado y con molestia.

El mesero retiró la charola inmediatamente. Eso lo molestó, casi se lo come con la vista, bueno, vi un leve reflejo dónde casi parecía levantarse.

—Lo podemos arreglar para que se lo coman después— sugiero el joven mal educado.
—Bueno… Tal vez te gustaría comer el postre más tarde… ¿Vamos a mi depa un rato?
Justo era la invitación que esperaba, y me agradó bastante que la propusiera él, pues justo era lo siguiente que tenía pensado decir.

Le pidió al mesero que emplatara el postre y las demás cosas. Tardamos cinco minutos en salir. Me escoltó de nuevo por el corredor. Creo que el vino me había atontado un poco, porque cuando empecé a caminar, sentía que todo se movía a mi alrededor y sentía bastante calor.

Me llevó hasta su auto. El cual ya estaba esperándonos a la entrada del restaurante. No tardamos nada en llegar a su casa. Entrando en su departamento, me pidió que me sentara en su gran sillón azul y me ofreció algo de beber.

Acercó una copa a mi cara. Y dejo en la mesa de centro la botella. Era el mismo vino que habíamos estado bebiendo durante la cena, y me llamó la atención al ver que ahora el tono del vino era bastante intenso.

Empecé a acalorarme más. En mi entrepierna empezó el cosquilleo que no se puede rascar.

Tenía calor, así que me quite la chaqueta. Casualmente, él acercó y se sentó a mi lado.

Estiro su mano para un brindis, chocamos las copas y bebimos el licor. Cuando bajo su copa hizo un comentario.

— ¿No te gustaría probar el postre? — dijo inocente.
—No. Yo quiero más carne— Y como todo predador, me lancé sobre él.

Comía sus labios y al probarlos el sabor del vino era más intenso. Nos recostamos en su sillón y empezamos a besarnos con mucha intensidad. Empecé a manosearlo. Mi mano entraba curiosa y empezaba a meterse entre su pecho para quitarle la camisa.

Empecé a acariciar todo su cuerpo hasta que no pude contenerme, y bajé mi mano hasta su entrepierna. Logré desabotonar el pantalón y bajar el cierre. Me separé del beso. Para poder bajar a degustar ese gran trozo de carne. Cuando él se levantó y me cargó.

Me llevó a su habitación. Desnudó mi cuerpo de camino, quitándome la camisa y bajando el pantalón. Me estampaba contra las paredes del pasillo y contra la puerta de su habitación. Porque no podía dejar de besarme. Mientras él terminaba de desvestirse en el camino a su alcoba.

Con fiereza me lanzó en su cama. Él ya estaba completamente excitado, y se percató de que yo estaba igual al ver mi sexo, que estaba erecto y sobresaliendo de mi ropa interior. Me quito el calzoncillo y empezó a tirotear de mi miembro y yo del suyo mientras nos observábamos con lujuria.

Se detuvo ya que fue a buscar condones en su mesa de noche. Yo seguía estimulando todo mi cuerpo, desde mis pezones, hasta el final de mi entrepierna.  Lo observé mientras él también jugueteaba con su sexo. Veía como mordisqueaba su labio. Se acercó a mi miembro y lo cubrió con la funda de látex de color verde. El cual desprendía un olor a menta. Después de haberlo olfateado con la punta de su nariz.  Una vez que logró su cometido. Me arrastro por la cama y acerco su boca a mí ahora mentado miembro.

Me tenía tan sometido entre sus manos, mientras me devoraba el sexo. Cuando me tenía en su cama, me di cuenta de que en realidad él era el predador alfa. Yo me había vuelto la presa más dócil ante su tacto. Y así era hasta que se comportó dócil y me pidió que lo penetrara.

Inserté mi miembro en su interior y comencé a deslizarme en sus entrañas.  Todo se movía todo a mí alrededor, seguía un poco aturdido por el vino. Pero mis hormonas lograban controlarme más.

Mi deseo, el palpitar de mi corazón y gemidos, aumentaban más según la velocidad con la que embestía al joven. Quien no podía evitar parar de quejarse y disfrutar mis labios. Ya que por más que intentaba mantenerlo sometido, para poder ser yo quien controlara todo el acto con facilidad se desprendía de mi mano y volvía a mi boca.

Rotábamos posiciones, para poder sucumbir ante los caprichos de mi cuerpo. Y cuando estuvo sobre mí, comencé a arañar su pecho y deleitarme con su vello. La fricción, la excitación, la estrechez que tenía preso mi miembro y mis hormonas alteradas. Hicieron que sin permiso, expulsara en su interior mi semilla, la cual no lograría germinar y tampoco podría disfrutar. Ya había terminado en el condón.

Yo aún quería más, pero sabía que mi virilidad ya no podía brindar el desempeño que necesitaba para saciarme. Así que le dije que era mi turno de ser su presa. Me sometió mientras yo aún me encontraba en su interior y comenzó a besarme. Hasta que pude dominarlo otra vez y cambiar de puestos con Marco para dejarlo ahora a él bajo mi control.

Me lancé para devorar su miembro, el cual ya tenía su capa de látex. Una vez que sacie mi deseo oral. Me dispuse a cabalgar su miembro. Hasta que me perdí en el deseo y volví a ser la presa.  Hizo de mí cuanto quiso. Subía y bajaba sobre su sexo. Como un infante inocente en un balancín.

Me gustaba sentir su respiración en mis oídos. Tener su boca en mi pecho y mi cuello, tener impulsos y darnos mordidas. No terminaba de complacerme, ya que toda orden que yo le daba, la obedecía.

Todo colapsó en un orgasmo mutuo. En el cual, logramos terminar al mismo tiempo. Me sorprendió bastante ver que de nuevo estaba liberando el placer acumulado que había creado Marco, o que posiblemente pudo haber sido una eyaculación.

Ambos fatigados, pero bastante satisfechos, jadeando entre los besuqueos.

Nos recostamos en la cama. Él se veía radiante, el sudor que tenía su cuerpo, le daba un toque bastante sexy. Mi tacto estaba perdido entre su vello, en el pecho, pero mi boca estaba más concentrada en su lengua. Aunque también quería juguetear con ella en sus pezones y seguir deleitándome en el sabor de su sexo que por el preservativo aún seguía oliendo a menta.

Interrumpió mi beso. Acercó su mano a mi pecho y comenzó a acariciarme seductoramente jugando con mi pezón. Recorrió su mano hasta mi pecho y comencé a gemir.

Metió su dedo en mi boca y lo saco para pedirme silencio.

—Antes de seguir. Quiero un postre y quiero que lo comas conmigo.}

El hombre se levantó como un relámpago de la cama. Corrió por la caja donde nos habían preparado el postre para llevar. No tardo más que un parpadeo y ya estaba de nuevo en la cama conmigo. Se subió sobre mí y froto contra mi abdomen su erección. Me volvió a besar y mostró el contenido de la caja. Había una galleta que tenía formada con letras de azúcar. ¿Quieres ser mi novio?

 —No quiero que sea la única vez que nos comemos. Quiero que tú seas mi postre y lo que endulce mis días.

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