Sentidos: Vista

sentidos, vista

JEROME:

Estoy en una habitación dónde cientos de personas caminan de un lado a otro, pero no tienen un lugar a donde ir. Vagan entre los pasillos que forman los muebles y los escritorios, entre el papeleo y los otros humanos que vagan sin rumbo y desesperación.

Unas almas van llorando, casi en un berrido inaudible. No se entiende lo que dicen, no hay un santo, deidad o Dios que los asista, o por lo menos no porque los agentes no los asisten.

Hay frente a mí una bestia velluda, grosera y descerebrada, que me responde prepotente, y me ningunea. Las onomatopeyas me desesperan. Entre sus <<MMM>>, <<MMHH>> y  <<AJÁ>>.

Supongo que por su aire de macho debe sentirse agobiada por mi presencia, y… supongo que la historia lo está incomodando, debí haber dejado pasar a la mujer que estaba antes de mí. De ese modo, a mí me hubiera atendido la señorita que incluso la ha abrazado para consolarla. 

El hombre por fin me pone atención, aunque su cara está insegura, expresa incomodidad. Incluso solo con ver como frota su frente que termina casi a la mitad de su cabeza. Y ya sé que me va a decir, lo sé, lo siento, Dios… lo veo.

  —¿Cuándo fue la última vez que lo viste?— me interrogó el policía.

—Ya han pasado setenta y dos horas desde que alguien supo de él, oficial— respondo —Por eso, ya he venido a reportar la situación, hemos estado buscando y compartiendo en redes sociales que ha desaparecido, pero aun así necesitamos que nos ayuden a buscarlo—.

—Por el momento solo podemos emitir la alerta de persona desaparecida— toma una carpeta de su cajón bajo el escritorio y la arroja justo en medio de los dos.

Me mira sin verme, evita el contacto directo y me comienza a hacer una serie de preguntas para describir a Ricky. Mi amigo que ha desaparecido. La última vez que supe de él fue un en una llamada donde me contaba del maravilloso chico con el que había salido y ahora llevaba una relación.

Llena el papeleo con santo y seña de todas las preguntas que me hace, mismas que contesto con toda la información que yo sé: Le cuento de cómo Ricky conocido a este hombre, le muestro las redes sociales, nuestro historial de chats y lamentablemente… llega una notificación de GRINDR a mi celular.

—Ya veo— expresa el hombre.

En mis adentros siento que me retuercen hormigas, mi cabeza gira a cien kilómetros por hora, algo me dice que no debí venir solo, pues esa respuesta no me deja muy convencido y comienzo a alterarme. Intento contar hasta diez y justo me interrumpe antes de llegar al seis.

— Pero es que a ustedes les encanta estarse metiendo a esas apps, y exponerse con cualquiera ¿Cómo crees que a tu amigo no le iba a pasar algo así?… traga saliva y continua hablando. Sigue publicando en tus redes, incluso, podrías buscar apoyo de colectivos de la comunidad, pero… haremos lo que podamos.

Me levanto alterado, con un resoplido que anuncia            que se aproxima un tifón de groserías y reclamos ante el comentario. Sé que me ha visto toda la gente y no me importa. Siento las miradas sobre mí y estoy a punto de contestarle al oficial, cuando siento un apretón en mi brazo que me jala.

—Verás que lo vamos a encontrar— me dice un joven menudo que viste un traje de policía, su expresión me calma. No sé si es por su semblante de paz, no sé si influya en que es muy joven a diferencia de su colega. O si lo ha hecho para evitar un problema.

—Ven, acompáñame — dice y me pide que lo acompañe a un despacho.

MARCO:

Sabes qué pensé cuando te vi por primera vez: ¿Dónde estabas tú?

Esa vez que te reconocí bailando en aquel antro, quedé enamorado de ti.

Quise acercarme contigo, quise besarte. Con esa sonrisa y esos pasos de baile en esa pista a la vista de todos, siendo el más sonriente, tan feliz, yo supe que eras para mí.

Cuando te miré aquel día en la calle, supe que era mi oportunidad. ¡Era el destino! Una señal clara a plena vista. ¿Y quién soy yo para negar los regalos de Dios? En especial uno tan bello como tú.

Sabes… Antes de que tú estuvieras en mi vida, dudé de la existencia y ser merecedor del amor. Pero saber que estabas buscando una relación, volverte a ver en las apps para ligar, y todo porque tu último pretendiente decidió dejarte por un “inconveniente personal” (no porque lo tuve que obligar).

Nuestro amor estaba escrito desde el inicio. El cielo no unió.  Has cambiado mi vida desde el segundo uno. Nadie nunca había visto una pareja como nosotros. Quien fuera que nos mirara sabía que tú y yo debíamos estar juntos. Y es que mírate, mírame. Nos merecemos.

Lo decían en el restaurante.

Recuerdas cuándo les pregunté:  <<¿No hacemos una pareja hermosa?>>.

Por favor, ya no estés enojado. Basta de llorar.

Sé que lo que pasó no estuvo bien. Fue un impulso de celos y ya… Te prometo que no lo haré otra vez. Siempre y cuando no vuelva a pasar y… Yo estoy seguro de que no pasará otra vez, ¿Verdad?

Amor… basta. No me gusta que me veas así, me das miedo.

Una carita como la tuya no debería perder la sonrisa. Dime, ¿Cómo puedo hacerte sonreír? Yo solo quiero hacerte feliz.

—¿Quieres ver una película?— le digo —¿Quieres que comer pizza?— insisto, ya sé…
¿Quieres coger? No digas que no… Se te ve en los ojos.

RICKY:

Es que me gusta lo intenso, pero no así.

Si este es un castigo por andar decretando un amor: Intenso, alguien que enloquezca de amor por mí, que adore sentir mi cuerpo, y que enloquezca mis sentidos. Creo que ya fue suficiente. Ya pagué mis pecados con este infierno de un demonio enamorado.

Cuándo uno no quiere ver las cosas que han sido disfrazadas con “amor”, se ciega.
Las precauciones, las advertencias no existen. No importa quién lo diga. Nunca lo verás desde su perspectiva.

La expresión <<el amor es ciego>>, supongo, no se refiera a que no veas las señales de que estás poniéndote en peligro.

Lo negué con los comentarios, las acciones. Negué lo que pasaba delante de los otros, incluso ante las reacciones y sensaciones de mi cuerpo, y es por eso que hoy estoy pagando las consecuencias.

Ahora que sé, que mi romance de ensueño, fue planeado desde la mente de este psicótico de manual, me carcome la desesperación. Y la desilusión me absorbe por completo. ¿Estos son los crímenes del amor? ¿Existe? Pues… de ser así, no lo quiero.

Estoy recostado y está sobre mí, después de haber consumado el acto de su deseo carnal. Presos de sus brazos que se sienten como toneladas. Toneladas de tóxico amor. Entre sollozos silenciosos y mientras admiro su cara, el rostro de un loco. El rostro que adoraba, ahora está deformado, entre ronquidos y malos momentos. Pensamientos nada cuerdos invaden mi mente.

¿Cuánto puede tardar la destrucción de un amante?, es que… Ya no quiero que me vea. No quiero que me toque. Quiero quitarme el sabor de sus labios y el de su cuerpo. Quiero dejar de oírlo… Lo quiero dejar de sentir.

Me ha apartado del mundo. Su cama y su casa son mi prisión ahora. Y lo que en su había parecido una buena idea ya me tiene harto, es desgastante, es aterrador.

En su sueño me está olfateando, como un perro salvaje, la cual sospecho es su verdadera forma. Ya quiero que deje de olerme. Si es posible, quiero que deje de respirar.

No sé si este estúpido sienta que va a ocasionarme un Síndrome de Estocolmo. Pero… solo logrará que lo odie más. Ya sé que la felicidad, ni el amor no es así.  No tiene ni tu nombre y tu piel. Ya es momento de escapar de aquí.

No puedo salir, porque ha estado muy pendiente de todo, Marco es muy precavido y deja todo listo antes de encerrarme en su habitación, no me permite salir a ningún lado, a pesar de mis esfuerzos.

La última vez que estuve en la calle y supe del mundo fue desde hace unas semanas, después del golpe que me dio en el teatro y me cargó hasta su auto, y me encerró aquí.

Quiero tomar un celular y pedir ayuda, ya vi dónde está, hoy no lo escondió. Ya que lo persuadí para tener sexo (no sé podía negar a su fantasía encarnada). Lo seduje y cayó fácil, no sospechaba nada. Debe creer que ya he olvidado todo lo que pasó. Y que viviremos nuestro “felices para siempre”.

Sé que está exhausto. Su mente y cuerpo están agotados por mi culpa. Desde su atención, precaución y agilidad. Hasta sus necesidades carnales están concentradas en mí. Así que estará dormido un rato. Sobre todo lo sé por cómo está roncando.

En mi andar a obscuras por la habitación, procuro caminar como si levitara. Lo tomó del bolsillo de su pantalón. Entro al baño y cierro la puerta, casi evitando el “top” y el rechinido molesto que hace al cerrar.

Desbloquear el smartphone es fácil, así que con rapidez tecleo el número de emergencias. Casi, casi puedo escuchar el ruido de las sirenas que vienen a mi rescate.

— 911, ¿Cuál es la emergencia?— contesta de manera tajante y directa una  mujer después del tercer timbrido.
— Ayuda, un joven me tiene secuestrado— digo ahogando el grito de auxilio.
—Joven… perdón, no se le escucha nada ¿En qué le puedo ayudar?

Respiro y me trago el aire. El sabor a sal en mi boca que anuncia que viene un mar de lágrimas. Me abruma y reseca mi aliento. Me observo en el espejo y observo los moretones que hay en mi piel. Miro como ese hombre me ha dejado tan distinto.
Así que trago saliva y me armo de valor. Intento hablar más fuerte, pero trato de mantenerme sigiloso.

—Ayuda, por favor— Le doy la dirección, y le doy un poco más de información —Rápido… por favor, vengan. 

Termino de hablar y de igual forma le escribo a Jerome. Sé que es tarde, pero quizá no se percate del mensaje hasta mañana, no pierdo nada intentando.  Y es una oportunidad para poder escapar. Justo cuando llega a mí la paz. Escuchó la perilla de la puerta a mis espaldas. Será inútil para él abrirla. Ya que está cerrada y está atrancada.

—¿Te sientes bien?, o ¿Te estás escondiendo en el baño?— dice Marco. —Pensé que ya estábamos bien. No te rindas conmigo ahora. Abre la puerta. Amor… Estábamos destinados a ser uno. Estaba destinado a ser tuyo. Estabas destinada a ser mío. ¡Sal de ahí!

Empieza a golpear la puerta con fuerza. Comienza a hacerlo con mayor intensidad.

—Soy todo lo que necesitas. ¡Te amo! Abre la puerta y sal ya. Para poderlo arreglar.

Comenzó a tocar la puerta con violencia. Hay un momento de silencio y escucho como se aleja. El pánico me carcome, no puedo salir del baño.

Escucho pasar automóviles. Y le imploro a Dios sean los oficiales. Me asomo por la pequeña ventana que hay en el baño y no veo movimiento o luces que alerten la presencia de los oficiales. Incluso he sospechado que Marco fue a atender la puerta. Por lo que me siento tentado a abrir.

Escucho pasos y lo escucho hablar.

—¡Bebé! Abre la puerta, por favor. ¿Podemos hablarlo? Hermoso, claro que tienes miedo. Pero, podemos resolverlo juntos. Vamos — insiste, pero es inútil.

Empieza a golpear la puerta con fuerza y se escucha un ruido sospechoso que acompaña el impacto y se detiene.

—Ricardo, no me hagas entrar ahí. ¡Voy a contar hasta tres!—
¡Uno! ¡Dos! ¡Verga, abre ya!

Hasta que su brazo atravesó la puerta. Sentí pánico. Vi puño ensangrentado con un cuchillo.


—Estás loco— grité. Y volví a llamar a la policía.

La mano de Marco seguía apuñalando la puerta y él comenzó a embestirla con el cuerpo. Un movimiento brusco y violento. Capaz de tirarla.

Solo podía pensar: ¿Cómo no vi lo que tenía ante mis ojos?

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