¡Santa madre de Dios! Es tardísimo, Jerome me va a matar. Había acordado verme con mi mejor amigo en nuestro lugar favorito. Pero, hoy decidí darme «cinco minutos más» y es que me lo merezco, siempre soy yo quien está puntal o con quince minutos de anticipación a todos lados: la escuela, el trabajo, reuniones, citas y demás.
Ya le he avisado a Jerome vía WhatsApp, pero no sé si mi amigo ya ha revisado el mensaje, pues cómo todos tiene desactivadas las malditas, mil veces malditas palomitas azules de la confirmación de lectura de la app, lo que me obliga a guardar mi celular.
Mientras voy en el tren, me observo en la ventana, la cual funciona como un espejo y me permite hacerme los últimos ajustes en mi outfit y en mi peinado. Mientras me analizo de arriba abajo, nombre en mi mente los puntos que observo: Copete acomodado, botones de la camisa perfectamente alineados, pantalón acomodado a la silueta de mis piernas y zapatos limpios.
-¡Qué apuesto!- me hice un cumplido.
Solo hay algo que me falta, y es mi perfume, pero sé que hubiera sido un desperdicio de fragancia. Ya que el olor del tren es… ¡iugh! a esta hora todos los pasajeros vienen saliendo de trabajar, y al usar transporte público se combinan todos, absolutamente todos los olores de la ciudad, de los diferentes oficios u ocupaciones que puedan tener las personas. Aunque de haberme puesto, hubiera sido el único aroma agradable de la mezcla. Para mí suerte, siempre cargo mi versión petite para emergencias.
-Estación Juárez- dijo el parlante, lo que indica que ya me tengo que bajar. Paso entre la muchedumbre. Casi, casi evitando que me toque, pues… no quiero ni que me ensucien o que me llenen de su olor. Mientras intento atravesar la pared humana, mi cabello entre tanto movimiento se ha despeinado un poco (todo por no usar fijador), puedo notarlo, ya que ahora, una parte de mi copete, se ha vuelto un fleco que roza con mí ojo. La gente sale del tren y nueva gente ingresa, por lo que puedo observar muchos rostros, alguno que otro es muy atractivo, por lo que sobresalen entre la multitud… pero, creo que sería muy raro detener a un extraño y decirle: «¡Hola!, me gusta tu cara ¿Te gustaría tener una cita conmigo?», digo… Admito que soy un atrevido y que soy muy intenso, pero no me atrevería a invitar a un extraño a salir, bueno… al menos no así, no aquí.
Inhalo y exhalo, y una vez que el tren abandona la estación y me quedo solo en la plataforma, tomo mi perfume que tenía guardado en uno de los bolsillos de mi mochila y me pongo: Dos veces en el cuello (casi detrás de las orejas), un squish a cada lado, una vez en pecho y uno adicional en el cuello, justo a la mitad y el rocío llega al borde de mis clavículas.
Salgo por las escaleras de la gran estación y comienzo a caminar hacia la calle. Para llegar al punto dónde había acordado verme con Jerome.
Mientras camino, la ciudad me invade con sus diferentes olores, algunos tan deliciosos como los de las flores de los jardines y los diferentes puestos que venden churros cubiertos de azúcar y también de olores horribles como el de los camiones de basura y el olor a llanta quemada del auto que acaba de arrancar.
Mientras camino por la avenida principal, me percato que no hay mucho tráfico y tampoco mucha gente andando por las banquetas, por lo que iba muy tranquilo y mientras caminaba revisaba mi celular, desobedeciendo la advertencia principal de mi padre.
Revisaba el feed de mi Instagram, reaccionando a todas las fotografías y también viendo las quinientas reacciones que había tenido en mi fotografía «KinkyButSweet», que no era más que una foto sin camisa y haciendo una mueca coqueta e inocente a la vez y algunos mensajes de Whatsapp (aunque ninguno era de Jerome), estaba tan concentrado en el aparato, que me perdí entre tantas notificaciones y no prestaba atención de por dónde caminaba, hasta que accidentalmente, choque con un joven, el accidente me hizo caer sobre mis pompas, y al chico lo hizo tropezarse.
Aparentemente, el choque nos dio una conexión, pues al unísono ambos dijimos:
-Perdón, fue mi culpa ¿Estás bien?
Yo me reí y le dije:
-Sí, todo bien ¿y tú? – Alargué mi comentario con algo de pena y abochornado.
-Sí todo bien, soy Marco ¿Tú y yo nos conocemos no? – dijo el joven mientras me ofrecía su mano para levantarme.
Me dio la impresión de que ya lo había visto anteriormente. Pues tenía rasgos muy llamativos: Piel blanca como la nieve, ojos cafés claro, cabello castaño claro recortado y peinado con estilo de gorrita pues tenía un copete muy bien peinado que mostraba su frente.
-Un gusto, me llamo… – iba a presentarme formalmente, pero me interrumpió.
-Rickycony, nos seguimos en Instagram y somos amigos en Facebook, con razón te me hacías conocido- dijo mientras me ayudaba a levantarme.
Cuando se acercó, pude oler su perfume: Es dulce y varonil al mismo tiempo. Huele a canela. Huele a clavo. Huele delicioso. ¡Y él es tan guapo!.
Me reí con pena.
-Es cierto, ya te recordé. Siempre subes cosas muy divertidas a tus historias, y siempre te reacciono a tus fotos.
-Yo igual a las tuyas, de hecho, el otro día nos mencionamos ¿recuerdas? se rió.
Tenía una risa agradable, no de esas escandalosas y contagiosas. Tenía ese algo especial, de esos que solo tienen algunas personas, algo que los vuelve encantadoras.
Sonó mi celular, dejando ver solo una notificación, un mensaje de Jerome: «Apenas voy para allá, #Sorry».
-¿Tienes pareja? ¿Te gustaría ir a tomar algo? – dijo Marco.
-Pues ya no tengo tanta, ahora tengo que hacer tiempo, pero… ¿tú tienes algo que hacer? Digo… no saliste a caminar para chocar con extraños en la calle. Se rió.
-De hecho, salí a hacer tiempo, porque iban a llegar mis papás a mi depa, y como no quería estar encerrado, decidí salir. ¿Podríamos ir por una bebida… tal vez quince minutos?
-Quince minutos son suficientes para compensar que me tumbaste
El joven se rió y caminamos a la cafetería dónde había citado a mi impuntual amigo. Estábamos charlando, mientras esperábamos las bebidas, su café americano y mi chai de manzana con canela y ahí me di cuenta de que Marco estaba muy atento a mis redes sociales, bueno, también se debía a mi culpa, ya que siempre estaba compartiendo en redes sociales ¡Toda mi vida! y pues… siempre me escribía, yo le contestaba.
-Ya tenía mucho que no subía fotos – dije.
-¡Sí! A mí también me gustó, le dejé mi like – respondió y tomó su celular – Y también un comentario – añadió y me llegó la notificación de que había comentado un Emoji de «Top».
-Y es cierto, ya nos tenías a todos muy abandonados, ya que no subías nada nuevo, en especial fotos de tu lado… ¿cómo le dices? «KinkyButSweet».
Y pues… tenía razón, como yo había comenzado a salir con alguien, había dejado de subir ese tipo de fotografías, pero por diversas razones el chico y yo, terminamos, o bueno… No terminado, porque no terminas algo que no empezó. Pero bueno… eso no era importante. ¿A quién engaño? En realidad, sí lo era, ya que justo de ese tema era lo que iba a hablar con Jerome.
-Sí… pues… la verdad ya tenía ganas de dejar de usar las redes un rato, bueno al menos dejar de subir fotos así. Pero… sígueme hablando de ti. ¿A qué te dedicas? – dije para seguir con la conversación, ya que también me había enfadado de hablar de mí (lo que en realidad era muy raro).
Y así seguimos hablando por más de quince minutos, hasta que fuimos interrumpidos por el tono de llamada de Marco, eran sus padres.
-¡Mierda! Son mis papás. Bueno, me voy ¡Hasta pronto! – dijo y se acercó para abrazarme.
-Hasta pronto – me despedí de él.
-Nos seguimos escribiendo – señaló.
Mientras esperaba a Jerome me escribiera, recibí un mensaje de parte de Marco: «Oye… eres más guapo en persona que en las fotos ¿podemos vernos mañana para comer? Por cierto… Que rico hueles».